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Con el debate sobre TikTok me pregunto ¿por qué todavía no hemos regulado a dónde va la información cuando accedemos a internet? Pues, estoy segura que, hasta el tamaño del café que preferimos hace rato está entre esos algoritmos.
Sin duda la popular red social surgida en Beijing, China, en 2016 como App para compartir videos, es ahora un dolor de cabeza para la empresa ByteDance por estar en el ojo del huracán desde el 2020, cuando el gobierno de Donald Trump trató de vetarla; y hasta logró un acuerdo para que aceptara la participación de empresas estadounidenses.
Pero, aun así, Trump no frenó su expansión y al menos dos tercios de los adolescentes de la nación la utilizan. Además, es el segundo dominio en popularidad mundial, por sus bailes o los desafíos, que alarman por los riesgos para los más jóvenes. Sin embargo, también atrapa a los adultos que buscan “sus 15 minutos de popularidad” online a través de plataformas como Twitter, LinkedIn, e Instagram, que utilizan para salir del aburrimiento, la soledad y se entretienen, pese a que algunos de estos videos no son para nada divertidos.
Los más críticos dicen que promueven depresión o ansiedad, y es grave porque el 25% de sus usuarios está entre los 10 y casi 20 años de edad y por ser tan adictiva la llaman “fentanilo digital”.
Parece bien que las escuelas quieran prohibirla, o el Departamento de Comercio que analiza los riesgos para la seguridad nacional, aquí en los Estados Unidos, todo porque su algoritmo detecta todo sin que lo notemos.
Objeciones similares hemos escuchado sobre los algoritmos de Meta o Facebook e Instagram y aunque TikTok dice que trabaja para eliminar contenido perjudicial, la alarma se mantiene, pues cada hora recopila la información en la red.
Por eso varios de nuestros estados ya la prohíben y el Congreso de la nación argumenta que la red se queda con información sensible como la ubicación de usuarios como los integrantes de las fuerzas armadas y peor aún serviría para publicar contenidos como para generar una guerra contra la verdad.
Y aunque su portavoz Jamal Brown dice que todo se debe a intereses políticos y desinformación, en China está prohibida y regulada entre los jóvenes estudiantes.
Los riesgos son reales y preocupantes, de allí que creemos que el Congreso está en mora de tomar ese toro por los cuernos y promover normas en defensa del derecho a la información, la privacidad y sobre el uso del “censo” que sufrimos en internet cada vez que aceptamos las condiciones de uso.
La autora, Sofía Villa escribe esta columna a título personal y sus opiniones no representan a Televisa-Univision donde trabaja como Writer /Producer.