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NATALIA KOLESNIKOVA/AFP / Getty Images
Escuché esta semana a varios de mis colegas periodistas quejándose de la fatiga que se siente, en todos lados, por el acecho del Covid-19 y los virus que lo acompañan en este invierno, amenazando con amargar la fiesta de comenzar un nuevo año lleno de buenas expectativas.
Y bien lo decía en uno de sus artículos The New York Times cuando advertía que “ya se convirtió en una rutina agotadora” el reporte diario de las nuevas variantes como ómicron, o mutaciones que reciben nombres complicados, pero que irremediablemente nos llevarían al hospital, si coincidieran con el virus de la influenza o flu, los resfriados y el recién llegado virus sincitial respiratorio, RSV, por sus siglas en inglés.
Confieso que yo también estoy cansada de esta amenaza, ya tuve el Covid-19, luego de aplicarme las dos vacunas reglamentarias y una tercera dosis de refuerzo. Y pese a que ya me inyecté otras dos dosis, el Sincitial se encargó de recordarme que tendremos pandemia y enemigos de la salud para rato.
Como escritora, sueño con el momento en que pueda plasmar en estas líneas, que ya se acabó la pandemia, y que todos podemos volver a reunirnos con familiares, amigos y colegas sin el temor de que algo salga mal, por una recaída de pesadilla que nos deje postrados en una cama de hospital.
Pero en justicia hay que decir que ese diminuto, invisible y mortal enemigo no es el del todo el malo de la película; sucede que no todos hicimos la tarea para esquivar el coronavirus.
Desde el principio, incluso antes de hallar las vacunas, los científicos como el doctor Anthony Fauci nos pedían mantener la distancia física, extremar las medidas de higiene al lavarnos las manos con más frecuencia y usar más el jabón que de costumbre para protegernos, y usar correctamente la mascarilla.
Nunca me ha gustado el tapabocas, es cierto, pero creo sinceramente que, si la humanidad hubiera aplicado estas reglas desde el 2020, ya nos habríamos despedido del coronavirus, que viene rondando en casi todos los pueblos, ciudades y países del mundo con su estela de muertes y costos para la economía y el bolsillo.
Estos virus afectaron a todos: hay baja productividad, por la interrupción en la cadena de suministros y faltan productos que antes eran muy baratos y fáciles de adquirir.
Pero todavía estamos a tiempo, y propongo que en lugar de esperar a que un gobierno nos diga qué hacer. Entonces borrón y cuenta nueva, todos contra el Covid-19, usando mascarillas para poder volver a la rutina como antes de la pandemia.
Como autora, Sofía Villa escribe esta columna a título personal y sus opiniones no representan a Televisa-Univision Inc. donde trabaja como Writer /Producer.
