Elon Musk no duró mucho en la cabeza de la lista de las personas más ricas del mundo. Poco más de un año después de haber alcanzado la cima, fue eclipsado por el multimillonario francés de 73 años Bernard Arnault, según analistas de Forbes. El 20 de diciembre, estos estimaron que la fortuna de Arnault es de $180,200 millones de dólares (unos 169,800 millones de euros), y supera así en $17,000 millones de dólares a la de Musk.
Arnault es cofundador, presidente y director ejecutivo de LVMH Moët Hennessy -Louis Vuitton, conocida simplemente como LVMH. Su grupo empresarial es el mayor accionista, con la mayoría de los derechos de voto en esa compañía, que cotiza en bolsa. Esta no es la primera vez que resulta ser la persona más rica del mundo. Obtuvo ese puesto por un corto período en 2019, 2020 y 2021. Si Musk logra hacer cambios rápidos en Twitter, es posible que Arnault no conserve el título por mucho tiempo. Aún así, los logros del francés son legendarios.
Un imperio de lujo
LVMH es un conglomerado con sede en París, compuesto por 75 marcas independientes, principalmente de bebidas, moda de alta gama y cosméticos. En 2021 generó ingresos por unos 64,200 millones de euros, un 20 % más que en 2019. La moda y la marroquinería representaron el 48 % de los ingresos.
La empresa, la firma de artículos de lujo más grande del mundo, tiene más de 175,000 empleados y 5,500 tiendas. En noviembre de 2022, su valor de mercado rondaba los 371,000 millones de euros, según cálculos de Statista, lo que la convierte en una de las empresas más valiosas del mundo, por delante de Mastercard, Chevron y Nestlé.
Comparado con otros en la lista de los más ricos del mundo, Arnault es discreto y no muy conocido fuera de Francia. Sin embargo, las subsidiarias de la compañía son todo menos discretas, e incluyen muchas marcas tradicionales como Bulgari, Dior, Fendi, Givenchy y, por supuesto, Louis Vuitton. También son dueños del minorista Sephora y de grandes centros comerciales en París. La marca más antigua de la empresa es la bodega Chateau d’Yquem, fundada a fines del siglo XVI.
En Estados Unidos, Arnault pasó a ser el centro de la atención cuando compró la famosa joyería Tiffany & Co., en 2019, por casi $16,000 millones de dólares. En Alemania, fue noticia a principios de 2021, al adquirir una participación mayoritaria en Birkenstock, aunque no quedó claro cómo esa fábrica de sandalias podría convertirse en una marca de lujo.
Transformando carteras de Louis Vuitton en millones
Arnault nació en el norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica. Luego de graduarse como ingeniero se unió a la compañía constructora de su padre. Allí se dedicó al desarrollo inmobiliario y pronto se transformó en su presidente.
En 1984 asumió el control de negocios en bancarrota que incluían marcas como Christian Dior y Le Bon Marché, y esa fue su primera incursión en el mercado de los bienes de lujo. En 1987, LVMH estaba formada por la emergente Louis Vuitton y por Moët Hennesy. Muy pronto, Arnault hizo a un lado a otros en una adquisición hostil, y fue nombrado presidente de la junta directiva ejecutiva en 1989, cargo que ha mantenido desde entonces.
Luego de convertirse en jefe único, se embarcó en una aventura de compras de miles de millones de euros durante décadas, vaciando una empresa tras otra. Muchas de las marcas habían sido mal administradas y pasaron a ser obsoletas, por lo que contrató a una administración moderna con jóvenes diseñadores que cambiaron las cosas. “B.A.”, como se lo llama en su mundo empresario, fue descrito como el “señor de los logotipos” por la crítica de moda Suzy Menkes, en un perfil publicado por el Herald Tribune en 1999.
“El objetivo es ser contemporáneo, moderno, crear marcas que hablen un lenguaje universal”, escribió Menkes, “y Arnault insiste en que mantener la individualidad y la singularidad de cada marca es la principal preocupación dentro de una estructura corporativa organizada”. Esa estrategia permitió a cada marca conservar un grado de independencia mientras se volvía más profesional.
La compañía se ha concentrado en la expansión, especialmente a través del crecimiento en Asia, su mayor mercado, seguido de EE. UU. y Europa. Su publicidad glamorosa se basa en las aspiraciones de los compradores, ofreciendo artículos de menor costo, como cinturones, sombreros, y otros, todos con un logo que hace que los clientes más jóvenes se enganchen a la marca.
Igual de importante es que Arnault siempre creyó en el poder de internet. Todo se movía en la red, y así también lo hizo LVMH, sin perder su aura de exclusividad. Ahora, muchas de las marcas cuentan con sus propios y opulentos comercios online, y ya no temen publicar abiertamente sus precios.
Planes para el futuro
Actualmente, LVMH es un asunto familiar. Los cinco hijos de Arnault trabajan con él en diferentes áreas. Siempre vestido de manera impecable, Bernard Arnault no da casi acceso a su vida privada. Lo que sabemos de él es que le encanta jugar tenis y que disfruta coleccionando arte y música. Durante algunos años fue dueño de una casa de subastas, Phillips de Pury.
En 2014 fue inaugurada la Fundación Louis Vuitton en París, un museo construido por el grupo LVMH para promover la cultura. Fue diseñado por el famoso arquitecto Frank Gehry y alberga la colección de Arnault. Se supone que algún día será entregado a la ciudad.
También ha donado millones a organizaciones benéficas y para la restauración de la catedral de Notre Dame. La gran pregunta ahora es cómo continuará todo. ¿Cuál de sus hijos se hará cargo de la empresa? ¿Está alguno de ellos predestinado a ser su sucesor, o el grupo se dividirá entre ellos? ¿Y sigue la empresa al acecho de otras marcas, como, por ejemplo, Chanel, Armani o Hermes? Pero Arnault no está solo. Su táctica de reunir negocios de lujo administrados por familias ha inspirado a otros, como Richemont y Kering, a hacer lo mismo. Pueden ser competidores, pero fue Arnault quien creó la hoja de ruta del lujo.
(cp/ers)