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‘Es difícil porque no tenemos permiso”

Los puestos de venta se ubican estratégicamente en lugares de mayor afluencia. /David Ramírez

Para los vendedores ambulantes, el Día del Trabajo es un día como cualquier otro. Esperanza Armendáriz asegura que durante este feriado es cuando más trabaja, ella se gana el sustento diario vendiendo tamales, tacos placeros, esquites, elotes y otros bocados mexicanos.

“Para nosotros la rutina es enfrentar el día a día. Muchas veces la venta es mínima, pero en estos días sí hay negocio y trabajo extra”, dijo Armendáriz que instala su puesto a diario en Junction Boulevard con la avenida Roosevelt.

A propósito del largo feriado por el Día del Trabajo que se celebra mañana lunes, es una festividad muy esperada en el fin del verano por todo tipo de negocios que buscan, mediante promociones especiales, aumentar sus ventas.

Mientras esas son las expectativas para los negocios establecidos, miles de trabajadores ambulantes o informales se las inventan para subsistir, la mayoría inmigrantes indocumentados que adicionalmente vienen de padecer lo peor tras el cierre de plazas de trabajo a causa de la pandemia.

Precisamente cuando la pandemia obligó a cerrar la ciudad de Nueva York, los vendedores ambulantes fueron considerados como “trabajadores esenciales”. Pero actualmente con la reapertura de la ciudad, luchan para subsistir porque la mayoría carece de licencias y permisos.

“Mi esposo perdió su trabajo y desde entonces trabajamos día y noche para mantener a flote la familia. Tenemos tres hijos”, dice Martha Guamán, una ecuatoriana que vende frutas y verduras en la avenida Roosevelt a la altura de la calle 111. Su esposo trabaja ocasionalmente en la misma área como ayudante de cocina en un camión de comidas.

Dinamizan la economía

En el corredor comercial que se extiende por la bulliciosa avenida Roosevelt desde Sunnyside, pasando por Jackson Heights, Elmhurst, Corona y Flushing miles de trabajadores informales dinamizan la economía de esos vecindarios, pero lo que llama la atención es que al menos el 70% son mujeres. Una gran mayoría cabezas de familia y otras que se complementan con sus esposos para generar ingresos.

“A nosotros nos toca difícil porque no tenemos permiso. La policía impide los puestos en las veredas, simplemente dicen váyanse de aquí”, cuenta la peruana Olga Nieto, una vendedora de avena y agua helada.

A propósito, los vendedores de agua helada, jugos naturales y frutas cortadas en trozos son los que más proliferan durante los meses del cálido verano neoyorquino donde literalmente “hacen su agosto”, en el buen sentido, puesto que calman la sed a los sedientos transeúntes.

“Los días de altas temperaturas son una bendición porque vendemos mucho. Cuando el verano se va tenemos que ver qué hacemos para ganar dinero y poder comer”, dijo Patricia Ortega, quien, junto a Esperanza, su madre, vende refrescos en la parada Willets Point del tren 7.

Madre e hija emigraron desde El Salvador hace 4 años y parte de lo que ganan lo envían semanalmente al resto de la familia. Ellas venden pupusas con queso y chicharrón durante los meses fríos del año, incluso hacen entregas a domicilio.

“Servimos a la gente que gana lo mínimo, a los que no pueden pagar los precios en un restaurante. A los que comen al paso porque van rápido a trabajar”, testifica el mexicano Elías Samudio, que vende horchata y jugos helados en la escalera de acceso a la estación de la calle 82 del tren 7.

A la altura de la calle 90 hay un sinnúmero de puestos de venta de comida étnica. Es una especie de feria culinaria en la que se sirven los mejores platos tradicionales de Ecuador, Centroamérica, México y Perú.

“Mis clientes me siguen donde vaya. Tengo ceviches, encebollados, fritada, maíz tostado y tortillas de papa”, dijo la ecuatoriana Clemencia Ostaíza, que ahora tiene licencia para vender.
Sufrió muchos años hasta que pudo obtener el permiso y los certificados de salud. La ciudad debería dar más facilidades a los vendedores, agregó.

Julio Aguirre se gana la vida vendiendo frutas en la calle National de Corona. /David Ramírez

Lucha por los permisos y licencias

La organización Street Vendor Project (SVP) ha sido consistente en la defensa por mejorar las condiciones de los vendedores ambulantes.

SVP es una de las organizaciones aliadas del Urban Justice Center, que acoge múltiples agrupaciones que trabajan por la justicia social y los derechos civiles.

Desde el año pasado esta entidad ha promovido varias iniciativas que buscan sensibilizar al alcalde y al Concejo municipal para que aprueben una moratoria en las multas relacionadas con la falta de permisos y licencias. Las multas oscilan entre los $250 y los $1,000 dólares.

El Concejo finalmente aprobó a principios de agosto la ley 18, mediante la cual se asignarán 445 nuevos permisos por año, en total por los próximos diez años se extenderán 4,450 permisos, una medida que vino a aliviar las urgencias de los vendedores.

Se contempla que, entre los nuevos permisos, 100 sean para Manhattan, 300 para los otros condados y 45 licencias exclusivas para veteranos o personas discapacitadas.

De acuerdo con cifras que maneja SVP, hasta antes de la pandemia había unos 20,000 vendedores ambulantes en la ciudad, cifra que se incrementó luego que se comenzaron a perder empleos por la crisis de salud.

Según New York City Open Data, que recopila información relacionada con las agencias y organizaciones de la ciudad, más de 12,000 vendedores están en lista de espera para obtener un permiso.

Varios puntos de venta de tortillas y pupusas se localizan en Jackson Heights. /David Ramírez

Los vendedores se organizan

El fenómeno de los vendedores ambulantes se replica por todos los vecindarios de Nueva York donde hay asentamientos de inmigrantes. En El Bronx, el Alto Manhattan y Brooklyn, la meta es la misma, buscan abrirse camino en este país trabajando en lo que encuentren…y muchos surgen así.

En Queens, el área de Corona Plaza se ha revitalizado una vez que el grupo de vendedores del área decidieron organizarse con el apoyo de la ciudad y de organizaciones sin fines de lucro.

Allí el pasado mes de junio se creó la Asociación de Vendedores Ambulantes, un programa piloto que busca adoptarse en otras áreas de la ciudad promovido también por el Street Vendor Project.

“Estamos muy satisfechos de que los vendedores ambulantes hayan podido lograr formar una asociación y que sigan consolidando este trabajo aquí en la plaza”, comentó Eric Nava, organizador, de SVP.

Corona Plaza que está bordeada por la avenida Roosevelt, Junction Boulevard y la calle National por la noche se transforma en uno de los mercados nocturnos más grandes y dinámicos de Nueva York, operando como un destino popular para eventos sociales y un lugar muy concurrido para comer e ir de compras. El Departamento de Transporte invirtió allí cerca de $6 millones de dólares para acondicionar el área y dar a los vendedores un lugar fijo en el que puedan desarrollar sus pequeños emprendimientos.

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